lunes, 20 de abril de 2009

Tradiciones Importadas


San Valentín, San Patricio, Halloween y el Año Nuevo Chino, son algunos de los ejemplos que confirman que los porteños somos fanáticos de las fiestas extranjeras.

Con nuestra propia versión local, sin preguntarnos mucho por el origen de las celebraciones, nos disponemos a aprovechar al máximo estas celebraciones foráneas.

El 14 de febrero, el día de los enamorados, nos contagiamos de entusiasmo al ver las vidrieras de Buenos Aires pintadas de rojo pasión, donde abundan los globos, las flores, las cajas de bombones con forma de corazón. Sin contar, los innumerables emails con frases románticas nos invaden en nuestro correo.

En su día, las parejas suelen salir a cenar y agasajarse con regalos. Los restaurantes y hoteles ofrecen “paquetes especiales” que se agotan semanas antes. Y, los floristas venden más ramos en este día que en todo un año. Se podría decir que, una vez al año, todo se torna “color de rosas”.

De manera mucho menos sentimental y delicada, conmemoramos el día de
San Patricio.
El 17 de marzo, la ciudad se vuelve color verde: cualquier detalle en los bares o boliches nos hace recordar que día es. Jóvenes y no tanto, con las caras pintadas, con sombreros de duende o simplemente con alguna insignia de Irlanda, se concentran, después del atardecer, en los bares del microcentro porteño para beber litros y litros de cerveza.

Menos popular, pero mucho más curiosa, es la celebración cada verano, en el barrio de Belgrano, del Año Nuevo Chino. Tipografía china, hombres y mujeres de ojos rasgados bailando al ritmo de tambores y platillos, aroma a chop suey, ruido petardos y, un gran títere con forma de dragón que recorre las calles, nos hace tener la sensación de estar en otro país.

Adoptada por chicos y grandes, Halloween, es una fiesta que los argentinos celebramos “puertas adentro”, ya sea en alguna casa o en algún pub donde todos concurren disfrazados.

Los más pequeños, esta vez, no pierden la oportunidad de disfrutar el 31 de octubre. Si bien, no salen a golpear puertas como en los Estados Unidos preguntando “¿dulce o truco?”, aprovechan para vestirse como monstruos, brujas, o como su súper héroe favorito y se reúnen en la casa de algún amigo a ver películas de terror y comer golosinas.

Como consecuencia de la globalización, las costumbres extranjeras tienen cada vez mayor difusión. A tal punto, que a los argentinos se nos hace difícil resistirnos a la tentación de divertirnos con los preparativos y el festejo de estas tradiciones ajenas.


Agustina Ignatiuk

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